mardi 17 novembre 2015

Visita de Enrique Ramirez

Nuestra clase escuchando a Enrique Ramirez
Enrique Ramirez
El pasado martes 10 noviembre tuvimos el placer de recibir Enrique Ramirez, un videoartista chileno que trabaja sobre la memoria de la dictadura que conoció el país en la segunda mitad del siglo XX.

Nació en 1979, es decir 6 años después del golpe de estado de Pinochet. Dice: "Durante la dictadura, veíamos muchos tonos de grises y no los colores de la paleta. No fue hasta el final de la dictadura que nos dimos cuenta que existían". Es decir que los jóvenes de su generación no conocían nada mas que la dictadura y les parecía normal, al contrario de sus padres que ya habían conocido la democracia. De 2007 a 2009 estudió en el norte de Francia como cineasta, y después estuvo de vuelta a su país. Volvió a Francia en 2012, lo que ha permitido que grabara algunos proyectos en Chile y los trabajara aquí.

Sus cortometrajes no están hechos para ser proyectados en salas de cine, por lo cual ha expuesto sus obras en diferentes salas de varios países como México, Brasil, Chile (en el Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos) y Francia.

En clase hemos visto Brisas, y hemos aprovechado el encuentro para que nos explicara un poco su obra.

Podéis ver un extracto de la película haciendo clic en el link siguiente:
http://enriqueramirez.net/portfolio/brises/

Utilizando un texto poético con elementos naturales, como el mar o el viento, Enrique Ramirez quiere exponer sobre lo que ha pasado durante la dictadura chilena: esas personas desaparecidas, lanzadas 
injustamente al agua, donde nunca nadie sabrá lo que paso. De hecho, habla de los crustáceos, que contienen las almas de estos desaparecidos. Hasta nos contó la triste historia de Marta Ugarte, primer caso conocido de desaparición. Para escucharlo, haga clic abajo :

[audio 1]

Además del texto poético, las imágenes tienen también un gran significado para las personas que conocen el Palacio de la Moneda: el protagonista entra por su "salida" y sale por su "entrada". En tiempos normales, esto esta prohibido. Enrique Ramirez nos dijo que varias veces lo habia intentado, pero que siempre le pedían amablemente de volver hacia atrás. Un día pregunto el porqué y le dijeron que "no podemos mirar atrás, tenemos siempre que mirar adelante". Por eso solo se puede cruzar el palacio por una dirección.

Aquí, Enrique Ramirez nos explica el recorrido del actor
Escuchemos ahora el videoartista con otros anécdotas de la producción de la película:

[audio 2]

Este encuentro con Enrique Ramirez nos ha permitido entender mejor su trabajo. Al principio, como no conocíamos el significado del texto ni de las imágenes, la película nos ha parecido un poco "rara". Es decir que no estamos acostumbrados a este tipo de obras y es difícil de entenderlas durante la primera visualización. Son unas obras con mucho significado y necesitan un estudio concreto para entenderlas como se debe.




mardi 29 septembre 2015

Comienzo del año 2015-2016

Ya ha empezado el año escolar 2015-2016 y ¡Sin Embargo vuelve al trabajo!
Esta vez tenemos previstos multitudes de artículos, el primero sera presentado mañana.
¡Buena lectura a todos!

dimanche 17 mai 2015

Mi experiencia en Cuba, de Esteban Ferre


“Mi experiencia en Cuba” – Esteban Ferre


Fui este verano, según mi deseo, dos semanas a Cuba acompañado por mi madre. Quería conocer un país cuyo nombre es un sueño, quería ver la última sociedad realmente comunista, o más bien, en la que queda del comunismo un poco más que el nombre.
Sabía que iba a ver un país destruido, lo vi menos de lo que hubiera pensado, pero algo se ha muerto, es indudable.

Me quedé en tres ciudades: La Habana, Trinidad y Viñales.

La Habana fue la desorganización llevada a su punto culminante, ironía de una sociedad en la que todo tiene que estar controlado, organizado, planificado por el Estado. Un poco de Estados Unidos, un poco de España y de Cuba, en medio de la selva. Una gran ciudad, 3,7 millones de personas, una ciudad muy grande, la más grande del Caribe, pero una ciudad en reconstrucción, se ve asolada, por todas partes, por el tiempo, guerras y abandono. En el centro de todo esto, hay música y alegría, como uno podría imaginar, pero mucho menos que lo que me esperaba. Muy a menudo oímos las mismas canciones otra y otra vez, como si fueran cantadas sólo para hacer dinero, como si no hubiera más diversión, y esto se siente; A veces, vemos el cansancio en los rostros de personas que tienen que tocar todo el día sin parar.
La Habana se reconstruye. El Estado ha creado un programa: Renuevan palacios antiguos, los convierten en hoteles, con las ganancias de estos hoteles, otros palacios son renovados. Si este es el precio para que quede algo... Pero todo esto toma tiempo. Me dijeron que el Capitolio (edificio emblemático de la ciudad) está en renovación desde hace 10 años, y que todavía no está a punto de estar terminado. Hoy la mayor parte de La Habana es una mezcla de ruinas y obras. Vi árboles (no ramas) asomar por las ventanas de un edificio, construcciones dejadas durante siglos, algo de devastación,  se diría que ha pasado un tornado. 


También, hay partes relativamente más moderna, resultado de la era de Castro, y cuando las dos partes se entrecruzan, ocurre algo parecido a un choque.

También ocurre en la cohabitación muy cercana de gente que no tiene nada en común: Hoteles de lujo, muy caros, y a la puerta, una calle de arena.
La Habana es una ciudad de convivencia.
Además, cualquier forma de organización se quedó afuera de la ciudad, de la gente y del país. Cuando una persona te da una cita, algo muy extraño está pasando si no llega media hora tarde. Las casas, las calles siguen la misma lógica.
La Habana se está haciendo una ciudad nueva. Cuando yo estuve, estaban instalando los cables de electricidad subterráneos, las calles eran impracticables, incluso para los peatones. Cuando todas las obras se habrán completado, La Habana no habrá perdido su alma, el desorden seguirá, todavía sacarán sillas para beber ron en la calle. Eso sí, quizás se habrá hecho más limpia, y lisa.

En Trinidad vi la ciudad de los turistas, una ciudad que sobrevive únicamente gracias a la afluencia de turistas que vienen a ver una ciudad clasificada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es un pequeño pueblo más que una ciudad, casas de planta baja, casas coloniales, españolas, casas hermosas que tienen que ser conservadas. Como la gente no tenía plata, casas se convirtieron en hoteles o restaurantes, a veces, y ahora pueblan las calles, casi no quedan casas “vírgenes”.
Trinidad es una ciudad sin vida, mecida por la afluencia de autobuses que llegan por la mañana y se van por la tarde para vaciar la ciudad durante la noche. La gente paga una excursión, con un buffet "todo incluido", dos o tres visitas y un paseo por la calle comercial.
Es como un hotel enorme, con la pobreza alrededor del centro, en las casas que no tienen atractivo para los turistas. Si nos alejamos aún más, encontramos hasta  mendicidad, sólo de niños, muy jóvenes, gritan: “¿un peso?" con una gran sonrisa.
Trinidad me resultó una ciudad un poco triste.




En Viñales me quedé en una granja rodeada de plantación de tabaco y de mogotes (pequeñas montañas como jorobas de camello). Es un pequeño pueblo, un poco perdido, con muchos menos turistas que Trinidad. En este lugar encontré algo más verdadero, quizás porque había más cubanos que personas de otros lugares. Pero aquí también la economía depende del turismo: paseos a caballo, excursiones a cuevas, restaurantes, etc.
Viví una vida más auténtica quizás, mi madre ordeñaba vacas por la mañana, los pollos paseaban por el patio, y la familia vivía con nosotros, jugábamos al dominó con ellos cada noche, y si queríamos ir a algún lugar se lo pedíamos a ello. Había un caballo que tiraba un trineo, “el tren” se llamaba, porque tan viejo como era, nunca se cansaba. Dimos  paseos así, y comimos bastante bien, porque la comida no era hecha por otros, era hecha por la familia.
  
La gente vive como puede, la gente consigue vivir. No obtienen beneficios, ni siquiera sabemos si un día los tendrán.
Lucharon por grandes ideas, bellas ideas de las que les queda tan poco.

Existe un chiste sobre la revolución que dice: “Lo bueno de la revolución se encuentra en el orgullo reencontrado, la educación y la salud. Lo malo de la revolución se encuentra en el desayuno, el almuerzo, y la cena”.

De hecho, es un mundo completamente ajeno al nuestro, no hay supermercados, por ejemplo, ni una sola cadena de supermercados, existen unas modestas tiendas del Estado donde siempre se encuentran las mismas cosas. Por ejemplo, quería encontrar papel en La Habana, para escribir una carta, le pregunté a una persona en una librería donde lo podía encontrar, y no me pudo contestar: no lo sabía. Miré después en todas las tiendas que fui, no vi papel ni una sola vez. Tuve que resignarme a comprar un cuaderno de alumno que encontré en otra librería y a arrancar las páginas. Había papel, claramente, pero fue difícil encontrar una cosa tan básica en una capital.





Esto es en gran parte debido al embargo de Estados Unidos (y al relativo aislamiento político de Cuba), que tuvo, entre otras consecuencias, el efecto de privar a Cuba durante largos años del Internet por cable. Internet funciona como una red de cables submarinos, todos interconectados, y teniendo en cuenta la situación geográfica de Cuba, habría sido lógico conectar Cuba a la red de los Estados Unidos (el cable de Estados Unidos pasa a 30 kilómetros de Cuba). Obviamente, esto no fue posible, Cuba tuvo que construir un cable submarino gigante desde Venezuela para tener acceso a Internet, algo que resultó muy caro. Tomó mucho tiempo, y sólo recientemente  Cuba ha podido conectarse a Internet. La red cubana está en sus inicios y ningún cubano puede tener acceso a Internet desde su hogar. Algunos centros han sido creados,  cada uno tiene que comprar tarjetas y los cubanos más ricos junto con los turistas tienen el privilegio de acceder a un Internet muy lento, en ordenadores antiguos, con tiempo limitado, y a veces tras haber hecho una terrible cola. Internet, también está controlado por el Estado, los cubanos sólo tienen acceso a ciertos sitios. Lo mismo ocurre con la prensa: Cuba no tiene libertad de expresión. Ironía de esta situación: uno de los periódicos más importante del Estado se llama “Juventud rebelde”.


Pero Cuba no es sólo un mundo de escasez, sino que también es un mundo de injusticia.
Se paga a un funcionario, incluso a un médico, dos a tres veces menos que a alguien que trabaja en la calle, en el mercado negro y con los turistas.
Y no sólo es un mundo de escasez y de injusticia, también es un mundo de miedo. Todo el mundo tiene miedo a la policía, Cuba sigue siendo un Estado autoritario.
Una vez en taxi, regresando de la playa con mi madre, tuve que esconderme en el coche durante casi todo el trayecto porque la policía no estaba lejos. Otra vez estábamos en trineo, el conductor preguntó a alguien si estaba la policía en la carretera, al enterarse de que los policías no estaban muy lejos, puso al caballo a galopar –casi nos caímos- y tomó otro camino.

 La gente tiene miedo de la policía porque no tiene licencias, porque están casi obligados a recurrir al mercado negro para vivir un poco mejor.

A pesar de todo, no existe la pobreza extrema que se pueden ver en nuestras sociedades, la gente es pobre, pero puede vivir, nadie muere de hambre en Cuba, nadie está sin hogar.
Queda a los cubanos  algo más que esa forma de pequeña pobreza
Les queda algo que, a mi modo de ver,  no es propio de los cubanos, que se puede encontrar en cualquier lugar con gente que vive situaciones difíciles, y que siempre me ha emocionado: Amabilidad, sociabilidad y una gran hospitalidad. Pero hay algo más, tal vez más específico a los cubanos: tienen una capacidad de persuadir y  de insistir, que me llamó la atención y no me refiero las personas que quieren vender algo. Estos cubanos quieren salir adelante, sea como sea.
Para mí existen dos mundos muy distintos en Cuba, uno  es el que los que vieron la revolución,  hicieron la revolución, lucharon y creyeron en Fidel Castro, son los que mantienen el espíritu de solidaridad y de comunidad: los más viejos. Expulsaron a los estadounidenses cuando Cuba era el "burdel de los Estados Unidos ». Es una razón para estar orgullosos, una razón para luchar. También conocieron la relativa prosperidad de la era soviética, de la URSS, compañero poderoso y generoso pero efímero.
Los viejos creyeron en la revolución - "Hasta la victoria siempre" decía Che Guevara. Tal vez no creyeron en el ideal, pero sí en el orgullo que podía crear: recuperar el control de su país, de su soberanía. Evidentemente vieron que no funcionaba, que igualdad y prosperidad no podían coincidir.
Un amigo me contó que una anciana le dijo: "¿Cómo quieres que me vaya? Hay un incendio en mi casa, no voy a huir”.

Pero entre algunos de ellos, los que no creyeron realmente, esta solidaridad se ha disipado.



La ha remplazado lo que yo llamo oportunismo: la gente vive para sí misma, sin más. Lo que se podría reprochar de la mentalidad estadounidense, el gran enemigo, se encuentra ahora en Cuba.
La nueva generación es el otro mundo, el que ya no tiene ninguna ilusión en el comunismo, y ya no tiene nada por lo que luchar.
No tienen ilusión porque los nuevos medios de comunicación llegan, se propagan poco a poco en un país que durante mucho tiempo ha estado aislado del mundo, Internet llega muy lentamente, pero los jóvenes comienzan a utilizarlo, cds y dvds copiados al infinito: en otras palabras, descubren el mundo que les rodea, ven cómo es mucho mejor en otras partes (o cómo se ve mucho mejor), ven la opulencia del mundo capitalista.
No tienen nada por lo que luchar, porque no han vivido la revolución, no saben lo que fue, no han conocido ese honor, este inmenso orgullo de vencer a los estadounidenses, echarlos de Cuba, y reapropiarse de su país con el fin de construir algo que parecía más hermoso, más justo.
Así que aquellos sólo quieren vivir mejor que en la pobreza que se les impone, quieren poder emprender, crear. Se dan cuenta de la belleza, del deseo de esta idea un poco borrosa: la libertad. Quieren ser libres, más que nada, están dispuestos a morir para ser libres.
El ideal de la igualdad ha muerto, ha dado lugar a un infierno, otro ideal tenía que aparecer, parece que los cubanos lo encontraron al lado, en el antiguo enemigo, el que los había oprimido.
Ahora comparten el sueño americano.